Nueve vidas, una oportunidad

octubre 17, 2014

Advertencia: El siguiente texto contiene material bastante inútil y solo con fines de procrastinación. ¡Adelante! No me hago responsable de las reacciones que tengas luego de leerlo.

La paz vuelve de nuevo; aunque después de todo no puedo decir lo mismo del pobre gato que fue brutalmente asesinado por su propia especie, o eso es lo que creo. Después de todo siempre sospeché que los gatos eran así y con esto corroboro una de las pocas cosas a las que en realidad les tengo miedo. ¡Pelea de gatos!

Fue hace poco más de un mes, ya descansando en cama y leyendo algo que ni recuerdo; todo se salió de control en segundos, luego de escuchar unos infernales maullidos de tres gatos, maullidos que no eran simplemente eso, maullidos que eran gritos de guerra; en realidad se sintió el miedo, más aún con el ambiente de esa fría noche a las dos de la mañana; del silencio sombrío y de la densa niebla explotó el primer maullido, cual grito de batalla que indicaba que solo un bando salía con vida ese día.



La desventaja jugó un papel importante aquella noche, dos contra uno, yo que aquél gato hubiera salido corriendo como si no hubiera un mañana, ahí me di cuenta de que somos tan parecidos, fue en realidad una pelea de dos pandillas o algo así como un ajuste de cuentas porque el pobre gato les debía algo; no sé, la imaginación sobrepasa mis límites. 

Espantoso escenario en el terreno descampado junto donde vivo. La curiosidad me mató, vaya suerte que tengo de no ser gato. 

En fin fueron largos minutos e incontables maullidos, no pude soportar ver todo, me aterra ver gatos badboys, así que si los veo peleando hay riesgo de que me vean y luego vengan por mí. Los ruidos continuaron, mezclados con el sonido de calaminas hasta que todo cesó, se lograba oír suaves maullidos que ya expresaban agonía, en los últimos minutos de aquel felino que por la oscuridad no pude ver por donde yacía.

Me fui a dormir, debo admitir que algo perturbado y con pensamientos del momento que al despertar no recordé. Asomándome a la ventana recordé el episodio de aquella noche y viendo el cadáver  del gato en casi el centro del descampado todo regresó a mi mente. Hasta hoy sigo reconstruyendo la escena, y es que el gato (o lo que queda de él) sigue ahí, ya seco y de hecho bastante bien conservado; ¿tendrá algo que ver las plantas y el terreno?

Así concluye otro capítulo de las sombrías aventuras de Víctor. Nos leemos en otro episodio.

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